Domingo 1 de octubre, XXVII semana del Tiempo Ordinario.
Reflexión sobre el evangelio de Mateo 21, 33-43
¿Qué mueve tu ambición?
Un gusto poder compartir esta pequeña reflexión a propósito del texto que nos propone la liturgia en el Evangelio de este domingo. Tenemos un relato en donde se nos habla del dueño de una viña que ha preparado su tierra y la alquila a unos viñadores. El dueño se va y manda a sus encargados a recoger la parte que le toca. A todos ellos los maltratan, los apedrean o los matan; incluso al Hijo.
¿Qué hizo que esos hombres tuvieran esos actos? Me parece que la ambición, pero, ¿qué mueve su ambición? Tener ambición en sí mismo es el impulso o el deseo de poseer algo... que no se tiene, pero, ¿qué es lo que deseamos y cómo decidimos obtenerlo?
En el relato tenemos a unos hombres que se olvidan que solo alquilan y quizá su deseo de poseer les ciega, traspasan límites, violentan a otros y toman vidas. La ambición ciega, el deseo ciego parece un rasgo que a todos los humanos nos puede afectar, y lo vemos en mil historias que nos resuenan con el relato bíblico.
Detengámonos en otra parte del relato, «La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular». En esta alusión al Hijo, a la Luz, viene lo que para nosotros los creyentes es importante, poner luz a nuestra ambición y a nuestros deseos que desde una recta intención construyan al hombre y el Reino de Dios... ¿quién es tu soporte... tu piedra angular?